
El ex mandatario peruano, de setenta años, fue sentenciado a 25 años de pena privativa de la libertad por ser encontrado culpable de los delitos de homicidio calificado, asesinato con alevosía, lesiones graves y secuestro por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, además del secuestro del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer en 1992; también se suma la primera condena de seis años por el allanamiento de la casa de Trinidad Becerra, esposa del ex asesor de Inteligencia, Vladimiro Montesinos.
El fallo también establece una serie de pagos por reparación civil de 62,400 nuevos soles a los hermanos de aquellos fallecidos en el caso Barrios Altos y otros 20 mil dólares a favor de los herederos legales de las víctimas del caso La Cantuta.
Asimismo, indemnizar por daño extra patrimonial o inmaterial a Gorriti y Dyer con la suma de 46,800 nuevos soles cada uno.
El ex gobernante permaneció tomando apuntes mientras leían su condena, tal como su hija Keiko Fujimori; su abogado César Nakazaki y su hijo Kenyi, se mostraron impávidos y absortos con este desenlace.
La sentencia a Alberto Fujimori es una lección para el mundo porque muy pocos países pueden exhibir a un ex jefe de Estado sometido a un juicio público con las garantías de un debido proceso.
Odiado y amado en el Perú, fue condenado por la justicia y sus detractores y absuelto por su familia y sus simpatizantes. Alberto Fujimori es sin duda un personaje que no pasa ni pasará desapercibido en la historia del país.
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